P.: La curva se aplanó. Para la ruptura definitiva falta el tiro de gracia.

G.G.: Dos años rinde lo mismo que Cinco años. Y Diez años está apenas dos diezmilésimas por encima. Es soplar y que la curva entre dos y diez años dé vuelta campana. Pero la definición más confiable mantiene la pendiente positiva. La tasa de diez años es 120 puntos base más elevada que la tasa de tres meses.

P.: Son dos lecturas muy diferentes. La recesión está al caer, conforme la primera mirada…

G.G.: Presagia una recesión, pero podría demorar un año en presentarse. No es una señal que denote inmediatez.

P.: Está bien. Sin embargo, la comparación entre diez y tres años le pone paños fríos a la idea de una contracción económica.

G.G.: Le asigna una probabilidad baja, de un dígito.

P.: Basta alzar la vista y observar la marcha de otras variables para darse cuenta de que, si no nos metimos ya en el pozo, estamos al borde, y en pleno descenso.

G.G.: Es lo aconsejable. No necesita guiarse por una “proxy”. A esta altura, como usted dice, existe evidencia más clara y fácil de interpretar. Sin embargo, creo que subsiste un mensaje útil. ¿Cuándo se podría probar acertado el pronóstico “no verosímil” de la curva? ¿Cómo podría desmentir lo que parece inexorable?

P.: Buena pregunta. ¿Cómo?

G.G.: La pendiente positiva es un fenómeno frontal, se verifica en el extremo corto de la curva hasta los dos años. Refleja la incidencia directa de la política monetaria. Es la expectativa implícita de una fortísima aceleración de la tasa de fed funds los próximos doce meses. Si se produce, todo lo demás constante, el mero paso del tiempo va a invertir la curva y llevarnos a una recesión.

P.: Me está diciendo que la Fed nos va a empujar al abismo.

G.G.: No soy yo, en principio. Es la curva de bonos. Pero, comparto la idea. A esta altura, si el consumidor guarda la billetera, si se agazapa a esperar que los vientos mejoren, así será. Y no es solo el accionar de la Fed. Es la banca central de todos los países avanzados.

P.: La Fed enfrenta el dilema propio de su doble mandato. ¿Qué privilegia? ¿Pleno empleo o estabilidad de precios?

G.G.: No, no hay dilema. Una inflación tres o cuatro veces por encima de su meta de 2%, y por tanto tiempo, no es una alternativa aceptable. Y dicho sea de paso, la economía está en pleno empleo.

P.: Pero al filo de caer en una recesión.

G.G.: Es una ironía. La Fed está en una posición hoy que no le deja dudas sobre lo que tiene que hacer. La tasa de fed funds tiene techo en 1,75%. La inflación merodea 6,3%, según el deflactor de consumo. La tasa de interés neutral se ubica en 2,5%. Como mínimo querrá llegar allí.

P.: Sí, pero el mundo es veloz. Y las condiciones económicas cambian a la velocidad del rayo. No es una metáfora. De abril a junio, EE.UU. (y Europa) es otro animal. Muestra otra foto. La fiera salvaje se deprimió. ¿La política monetaria no debería mirar hacia delante y actuar con prevención?

G.G.: Es mejor prevenir que curar. Pero la Fed no previno en 2021 (cuando la inflación trepó a 6%, según el deflactor, o 7%, según precios al consumidor) y ahora debe curar. No es que ignore la debilidad creciente. Si lleva su firma. Es fruto de sus desvelos a lo largo del año. Pero Powell y compañía necesitan que la inflación sí o sí muerda el polvo.

P.: No pueden cantar victoria. Pero el boom de los commodities se está convirtiendo en un recuerdo. El cobre cotiza 23% por debajo de su valor a fin de 2021. La madera, 43%. ¿No habrá que tomar nota?

G.G.: Se podría evitar otra suba de 75 puntos base el próximo 27. Si la anemia persiste no habrá aumentos en septiembre. Quizás sea tarde para evitar una recesión. Pero no para suavizar el aterrizaje.

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