El discurso afable de Jerome Powell fluye liviano de preocupaciones, aunque reconoce que la inflación de comienzos de año desbordó sus previsiones.
La FED dice una cosa, ¿pero piensa distinto? El discurso afable de Jerome Powell fluye liviano de preocupaciones, aunque reconoce que la inflación de comienzos de año desbordó sus previsiones. Conocidas las minutas de la última reunión se advierte que la procesión va por dentro. Existe consenso en mantener las tasas de interés hasta que decante su efecto pleno. Powell machaca: la política monetaria es restrictiva. El canal del crédito es lento en los EEUU. Predomina el endeudamiento a tasa fija. Así, el ajuste de las tasas impacta de lleno recién con su roll over, cuando procede su renovación. Pero las minutas exponen varias inquietudes. No se sabe cuánta restricción efectiva acarrea. Sin dudas, menos que lo pensado cuando la institución, en diciembre, pivoteó su agenda hacia la baja de tasas.
El repunte de la inflación es un trastorno. Y también que la economía no calme sus bríos y pueda realimentar la rebeldía. Un aumento de tasas es “altamente improbable”, según Powell. O no tanto, para otros, si la inflación no mejora. O inclusive si repite las lecturas actuales y su progreso se estanca (un punto y medio por encima de la meta de 2%). La FED, después de todo, se define data-dependiente. Aunque prometa paciencia y se ate al mástil de las tasas elevadas por más tiempo. En paralelo, Powell habilitó una reducción de la hoja de balance menos agresiva a partir de junio. Desoyó voces que preferían no hacerlo. Así liberó a las tasas largas de apretar las clavijas por su cuenta. Está claro, el gran jefe manda. Y las decisiones se tomaron finalmente por unanimidad. Sin embargo, la realidad tiene la última palabra. Si se empeña en moverse a contramano, deberá prestarle atención y acentuar el rigor.
La economía es difícil de predecir, descubrió Goldman Sachs. Trascartón, canceló su pronóstico de una primera poda de tasas en julio y lo corrió a septiembre. Todavía prevé dos recortes este año, pero antes la actividad y los precios deben sosegarse. Y la data mete la cola: no estaría ocurriendo. Quizás la creación de empleo se enfríe por un tiempo. Solo eso. El respiro que se tomó la actividad en marzo y abril terminó. El informe PMI – con información fresca tomada entre el 10 y el 22 – revela que volvió a acelerar su paso. En mayo registra el ritmo más pujante de los últimos dos años. Y trae consigo una presión creciente de precios. La novedad es que ahora los ímpetus provienen más de la industria manufacturera que de los servicios. “La última milla hacia la meta de la FED de 2% todavía luce elusiva”, concluye el informe. Si se revisa la tira de indicadores de la semana la rima es evidente. Las ventas de casas caen, pero sus precios trepan (5,6% la mediana interanual de las viviendas unifamiliares usadas). También crece la actividad de la construcción porque nadie se muda, salvo que sea inevitable. Es gravoso cancelar una hipoteca y tomar otra nueva a tasas sensiblemente más elevadas. Desde un ángulo distinto, que confirma la resurrección industrial, las órdenes de bienes durables que se esperaba que reculasen 0,8% en abril – luego de dos lecturas firmes – repuntaron 0,7%. Se comprende que Powell no quiera subir las tasas, la idea es no romper nada. Pero, por qué debería bajarlas. Si ya les puso techo a las tasas largas.
La economía preserva su pulso, los balances no desentonan. Y, en particular, el de Nvidia fue espectacular. Triplicó sus ventas por tercer trimestre consecutivo. Engrosó su margen bruto de ganancias a 78%. Y catapultó al índice SOX de semiconductores y al Nasdaq a nuevos récords. Las compañías mencionan cada vez menos a la inflación cuando explican sus planes y más a la inteligencia artificial. No obstante, la noticia del robusto informe PMI sacudió al resto del mercado. El Dow Jones, en particular, retrocedió 600 puntos en su peor caída del año. Ante una novedad que le cierra las puertas a una baja pronta de tasas, ni siquiera Nvidia pudo ofrecerles un salvavidas para cerrar la semana a flote a diez de los once sectores que conforman el S&P500. Tecnología fue la excepción. No será fácil replicar un balance así. Y muy sencillo recolectar más data caliente. En tres semanas, la FED vuelve a reunirse. ¿Mantendrá la paciencia de su discurso o cederá a otras prevenciones? Mayo no suele ser propicio para la Bolsa que cotiza en lo más alto. Y la contienda electoral ya es una lija. Trump y sus acólitos dan por despedido a Powell. La Casa Blanca defiende la bandera de la independencia del banco central. Pero, Biden corre de atrás en las encuestas. ¿Techo a la vista también para las aspiraciones de Wall Street? Bastó saber el viernes que los consumidores atemperaron sus expectativas de inflación de 3,5% a 3,3% para distender el ánimo. No es que sean eximios predictores. Son de equivocarse fiero, pero la política monetaria tiene muy en cuenta sus cambios de opinión. Mientras la excitación febril de la data no amaine, todo sugiere, pues, que la paciencia de la FED es la clave para la navegación favorable de corto plazo.