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Una de las preguntas realizadas en la encuesta de WE a raíz de las elecciones salteñas arrojó un resultado preocupante para los cuarenta años de democracia. La consultora que dirige Benjamín Gebhard preguntó a los votantes de la provincia “¿Cómo se siente frente a la oportunidad de ir a votar?”. El 50,7 por ciento respondió “Voy a ir, pero no me gusta”. Una muestra del desencanto generalizado que excede a Salta y que domina a buena parte del electorado que este domingo irá a las urnas, mal que le pese.
Curioso. La provincia que fue escenario de intensas contiendas y en cuya capital llegó a imponerse la izquierda trotskista con un 30 por ciento de los votos hace apenas diez años, vive en estas elecciones un clima bien distinto. El propio de una población que sin lanzarse al abstencionismo atribuye sus desgracias a la desidia o el capricho de sus gobernantes y no sabe bien cómo los comicios podrán ayudar a satisfacer sus demandas. Ello explica que en la encuesta de WE el 34,7 dijera que decidirá su voto en el transcurso de la última semana, mientras el 27,3 lo hará el día de la elección.
El contexto incomoda poco a la pretensión reeleccionista del gobernador Gustavo Sáenz. Por el peso de los oficialismos y también por los límites de una oposición atomizada, sin candidatos fuertes y con armados electorales que fueron noticia por desgranarse. Sólo en los importantes departamentos del norte provincial (Orán y San Martín reúnen el 25 por ciento del electorado) algunos funcionarios admiten en privado lo que callan en público: que los números no son los esperados. Hacia una de esas ciudades (Tartagal) corrió el gobernador el miércoles 10 para cerrar la campaña junto al intendente Mario Mimessi.
Distinto es el caso de la capital provincial. Son quince los candidatos a intendente, pero dos que apoyan la reelección del gobernador polarizaron la contienda: la actual intendenta, Bettina Romero, que busca ser reelegida; y el senador provincial Emiliano Durand, a quien las encuestas lo muestran imponiéndose.
Casi outsider
Durand, abogado y periodista de 47 años, protagonizó su primera incursión electoral en 2021. Llegó al Senado provincial como un outsider, definición que habría que relativizar. Durand critica modelos, estilos e impericias de gestión, pero nunca vocifera violentas letanías contra la clase política. Se entiende: su tío abuelo paterno, Ricardo Durand, accedió a la gobernación en las elecciones de 1952 hasta que lo desplazó el Golpe del 55. Su abuela materna, Lucrecia Barquet, fue una militante de izquierda que se exilió en Suecia tras el Golpe de 1976 para luego retornar y convertirse en la principal referente salteña de la Comisión Nacional de Familiares de Detenidos y Desaparecidos. Además, Durand fue asesor de legisladores y tuvo una breve incursión municipal en 2014.
Pero su verdadero capital es el mediático. Es el fundador de Qué Pasa Salta, portal informativo de llegada masiva construida gracias a noticias y posteos en redes que no siempre impusieron el rigor sobre el impacto. Su posterior desembarco en la televisión le dio, además, una visibilidad que más de un candidato envidia. Durand trabajó su figura durante años para alcanzar este momento. Mientras Bettina resalta que sacó adelante a la ciudad en medio de la peor crisis sanitaria y económica de la provincia, los seguidores de Durand aseguran que el triunfo del “outsider” supondría el fin de ciclo de poder de la familia Romero a la que pertenece la intendenta: su abuelo Roberto fue gobernador (1983 y 1987), al igual que su padre, Juan Carlos (1995 – 2007).
En esta categoría el proselitismo fue intenso. Sobre todo en el universo de las redes sociales, donde la cultura del anonimato devino en entorno propicio para socializar los pensamientos más oscuros y hasta el cíberacoso. En el último mes pasó de todo. Campañas sucias, videos, fotos, denuncias y hasta terrorismo electoral que en vez de embarrar la cancha parecía querer excluir al contrincante.
Por debajo, más de 12 mil candidatos entre titulares y suplentes de senadores, diputados o concejales pelean por visibilidad. Las dificultades de las pantallas del voto electrónico para mostrar los rostros de quienes encabezan las listas en esas categorías obliga a los postulantes a un tipo particular de proselitismo: gestionar soluciones individuales a problemas puntuales, esperar que el socorrido se acuerde de su rostro o identifique correctamente el candidato a gobernador o intendente con el que se enrola, y lanzarse a la tarea de resultar simpático. Tiene lógica. A falta de propuestas que lleguen a la razón del elector, viene bien tocarles el corazón. Lo cierto es que, en la maraña de candidaturas, en estas categorías tendrán más suerte aquellos que simplemente sean más conocidos.
A nivel general, por ahora la pregunta que algunos se hacen es si ante la suspensión de los comicios en San Juan y en Tucumán, Salta devendrá en destino de funcionarios nacionales necesitados de celebrar algo. Nadie aventura respuesta, pero se sabe que cualquier tufillo a grieta es interpretado por Sáenz como algo tóxico para su proyecto.