Especial desde Salta – A días de los comicios, el proselitismo salteño carece de grandes despliegues para presentar a los candidatos. Hasta ahora todo se reduce a pelotones que buscan identificar alguna oportunidad electoral. Todos admiten la baja intensidad de la campaña y en términos generales la explican de manera similar: es difícil que las promesas de futuro se traduzcan en adhesión electoral cuando la indiferencia y hasta la indignación atraviesan a casi toda la sociedad.
Ese clima social no parece molestarle a un oficialismo que prefiere reducir al máximo las pasiones y acusa a los frentes opositores de ser un “rejunte” de figuras incapaces de articular propuestas superadoras. Para ello ejecutó una serie de movimientos que aparentan exitosos en términos de estrategia electoral. Separar las elecciones provinciales de las nacionales fue uno. Suspender las PASO “de manera extraordinaria” por segunda vez fue otro. Lo último provocó un lento pero inexorable estallido opositor que terminó con once candidaturas.
Antecedente
Cinco de ellas provienen de partidos que en el 2019 habían coincidido en el Frente de Todos: Emiliano Estrada (Avancemos), Walter Wayar (Entre Todos), Verónica Caliva (Salta para Todos), Daniel Escotorín (Unidad Popular) y Mauro Sabbadini (Felicidad”). La izquierda se anotó con otros cuatro: Claudio del Pla (Partido Obrero), Violeta Gil (Política Obrera), Daniela Planes (PTS) y Marcos Tognolini (MAS). Juntos por Cambio unifico candidatura con el radical Miguel Nanni, pero tras una serie de conflictos que desgranaron la coalición: sectores radicales que se abstienen de jugar, la migración del partido Ahora Patria hacia Avancemos y una interna del PRO que termino cuando la principal referente del macrismo salteño – Inés Liendo – desistió de candidaturas enojada por la incorporación a la coalición del partido Frente Plural, cuyo máximo referente, Matías Posadas, fue funcionario oficialista. El frente restante fue montado por Marcos Urtubey, hijo del ex gobernador de Salta, que se presentó como aliado de Javier Milei para luego acusarlo de vender candidaturas. Su espacio lleva a Lucio Paz Posse. Dato a tener en cuenta: de los once candidatos mencionados, solo Emiliano Estrada protagonizó alguna vez un triunfo electoral.
La provincialización de las elecciones también mostró otra faceta bien monitoreada por un gobernador diligente para evitar las pasiones que atraviesan a la nación. La tarea comenzó en 2021 y se intensificó en 2022 con un mensaje que sonaba a arenga: renunciar a los dogmas que alimentan a la grieta en nombre del “superior” interés de Salta; unirse para exigir al gobierno central que reconozca a la provincia y al Norte como una parte del todo nacional con iguales derechos y que ello se traduzca en un reparto equitativo de recursos que hoy benefician al centro del país.
El discurso se replicó en docenas de reuniones en donde el mandatario hizo de orador exclusivo ante senadores, diputados, intendentes, concejales, cámaras empresariales, sindicalistas, asociaciones civiles y otros sectores que en medio de la crisis general no ven con malos ojos salvar el bote propio ante los problemas que asolan al barco en su conjunto. El mensaje también operó como abierta invitación a incorporarse y/o adherir al proyecto del oficialismo que replica la clásica política del “Don”: liderazgos fuertes en una provincia con instituciones débiles, donde varios sectores dependen tanto del Estado que terminan por convertir a quien lo administra en un bienhechor al que desean sostener para que los beneficios no corran peligros.
Razonamiento
No miente la oposición cuando acusa al gobierno de aprovechar estas condiciones para cooptarlo todo. No obstante, sus límites son indisimulables y la atomización de hoy replica a otro nivel lo ocurrido durante los últimos tres años: figuras que impugnan y hasta maldicen las políticas oficiales pero sin constituir un bloque capaz de por lo menos vetar iniciativas gubernamentales para tratar de erigirse como alternativa.
Un dato puede graficar lo último: los opositores más potentes, Estrada y Nanni, cuentan con un nivel de conocimiento que no baja del 60% pero sin superar el 70 según los sondeos más confiables. Porcentajes insuficientes para generar un armado que provea de una red de intermediarios dispuestos a llevar el apellido de un candidato a los rincones más periféricos de la provincia. Puede que ello explique el poco trabajo territorial de los mismos. Escasean las caminatas por los barrios y los actos son inexistentes. Si estas actividades surgieran en los días que quedan estaríamos ante elementos episódicos y no estructurales de la campaña.
Sáenz tampoco parece querer levantar olas. Sus apariciones públicas se relacionan con la inauguración o la verificación de avances de obras en la provincia. Lo hace incluso con funcionarios nacionales que arriban para anunciar inversiones y elogiar al mandatario sin que esto suponga para el gobernador compromiso político alguno que amenace su proyecto político provincial.
Por ello mismo no se casa con nadie, reivindica su pasado con Sergio Massa de quien fue candidato a vicepresidente en el 2015 cuando querían acabar con el kirchnerismo, no desmiente las versiones que lo ubican recibiendo de cuando en cuando a dirigentes de Juntos por el Cambio y se permite recibir el apoyo de dos frentes electorales para su reelección. Algo que casi todos señalaron como reñido con la ley, aunque se sabe ya que la interpretación de la misma no depende de las buenas razones sino de la fuerza de quien la termina imponiendo.