Si la dolarización finalmente se va a hacer, en las últimas horas hay mostrada evidencia sobre el método que se va a utilizar. En los hechos, si se me permite, la dolarización ya llegó, está entre nosotros y, parece, ésta es la forma en la que comenzará. El “señor de las olas” de volatilidad e incertidumbre, si se puede llamar así, es Javier Milei, libertario de alma, pero incendiario de profesión, que en las últimas horas ha decidido hilvanar un racimo de barras de trotyl semántico para impulsarse a la Casa Rosada. Por un lado, el candidato de La Libertad Avanza sigue insistiendo con su “dolarización sin dólares”, lo que despierta el desconcierto de los agentes económicos, todos nosotros, imaginando un escenario distópico, que hace que estemos dispuestos a considerar un dólar oficial a $1000 como algo “natural”, cuando el blue ya toca los $950. Por otro, Milei esconde, a propios y extraños, su supuesta receta para poder hacerlo: dice que tiene cinco métodos, pero hasta ahora no se decide. Qué conveniente.

Por eso piénsese si, en realidad, parte del plan dolarizador no está en marcha y el fruto de ese plan contiene, en su fase 1, la tan mentada “destrucción creativa”. Estoy siendo sarcástico, claro, porque uno podría pensar lo que tenemos hasta aquí es una dolarización voluntaria y preelectoral. Toda una estrategia lógica de cobertura que ha sucedido en otras circunstancias.

Es cierto. Sin embargo, en este caso, puede observarse que el candidato que tiene chances reales y que promete dolarizar de cualquier manera, se ha dedicado a fogonear una disparada del dólar señalando “que el peso no vale un excremento”. Se trata de un concepto extraño para alguien que supuestamente viene a ordenar la economía y que debería sopesar el impacto que tienen sus palabras. Por ende, habría que incluir la mala fe. Toda una mano invisible del mercado, que empuja al vacío.

El método trotyl

No vamos a ahondar en detalles: el daño en la economía, el efecto pobreza inmediato de la disparada del dólar, acorta chances al oficialismo y reivindica el enojo de la legión de seguidores del León del Abasto. Pero hay algo más: a medida que se dispara el dólar financiero y blue, se licúan los pasivos del Banco Central, las Leliq, caen los depósitos en pesos, cae la demanda de dinero, vuelan los precios inflacionados y se retroalimenta el movimiento devaluatorio, al punto tal que, en la prospectiva, hasta comienza a ser más cercana la idea de una dolarización voluntaria que vaya tomando cuerpo.

Los últimos serán los últimos

De nuevo hay que insistir con esto: dolarizan hoy, antes, y a mejor valor, los que tienen pesos sobrantes para dolarizar. En todo caso dolarizarán después, y a una tasa de cambio mucho peor, aquellos que sólo tienen para ofrecer su mercancía “trabajo”, y que reciben por ello un precio, en caída libre en este momento, que es el “salario”. La lógica es fácil de entender: cuanto antes se dolariza, más dólares se consiguen por menos pesos, ya que a medida que aumenta la demanda de dólares su precio en pesos sube. Es una profecía que se autocumple.

Limonada sin limones

Retomando el foco, varias intervenciones periodísticas tanto de Javier Milei como de Ramiro Marra, su candidato a jefe de Gobierno porteño, dan prueba evidente de que quieren hacer saltar por el aire el tipo de cambio. Tierra arrasada. De lo que podría derivarse que el método para dolarizar es éste: la corrida del mercado blue, la disparada de los dólares financieros, la salida de depósitos en pesos del sistema buscando algún tipo de cobertura. La conclusión, si cabe, es que, de aquí en adelante, al menos por algunas semanas más, se inicia un camino descendente muy abrupto y sin brújula en términos del impacto social y efecto pobreza. Como se sabe de otras crisis que ha atravesado la Argentina, ese daño muchas veces no es reversible en su totalidad, sino que se acumula, sedimenta, a diferencia de los sueños húmedos de tecnócratas que piensan que “reseteando el sistema” todo volverá a un punto de partida virtuoso.

El informe del tiempo

Si queda algo, la frase de Milei «cuanto más alto esté (el dólar), es más fácil dolarizar» viene a anudarse a otras del mismo tipo, por ejemplo, la de los plazos fijos en pesos y otras de la misma naturaleza. Y hasta en un informe de Bull Market Brokers, empresa familiar de Marra, se incluyó que, de aplicarse el plan Milei, esto generaría «una hiperinflación por 45 a 60 días». Por eso, porque abunda la mala praxis, es bueno comenzar a pensar que lo que viene podría ser, no un orden aritmético y vital que el matemático Bergson añoraba, sino una implosión en cadena, aquí y ahora, habitada del desorden, caótica de a ratos, en control elemental, licuando progresivamente salarios, ahorros y capital.

No hay duda. Esto irá erosionando el camino del ministro Sergio Massa, que agota las formas de conseguir dólares y tratar de apuntalar el salario a fuerza de medidas, pero también será, a la postre, el correlato retrospectivo de numerosos errores no forzados en el manejo de la política monetaria, donde sobresale el titular del Banco Central, Miguel Pesce. A la vez, es una oportunidad para la candidata Patricia Bullrich, que podría elevar su crítica, junto al economista Carlos Melconian, para sopesar hasta qué punto no empieza a evidenciarse una falta de criterio, como mínimo, por parte de los artífices de La Libertad Avanza.

Es fácil predecir que un escenario así, de devaluación e inflación acelerada, le abre las puertas de bienvenida a las “fuerzas del cielo”, a Javier Milei. ¿Acaso no parece estar decidido a tener, mano invisible mediante, su propio Remes Lenicov? ¿De sus declaraciones no puede derivarse, aquí y ahora, que busca subrepticiamente alguien que apriete el botón para reiniciar el sistema, como si eso pudiese hacerse rápido, sin daño, apenas un giro contable y no tuviese las consecuencias que son fáciles de reconocer en nuestra historia reciente?

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