Se miren los futuros de fed funds en Chicago, o la tasa de la nota del Tesoro a dos años, el mensaje es que la política monetaria se descomprimirá y no será tan cerril como cuando James Bullard llevaba la voz cantante. ¿Quizás haya una pausa en septiembre, y no suban las tasas? Lo probable es que la Fed rebaje la dosis a un cuarto de punto en las tres reuniones remanentes después de julio. Bullard sigue abogando por una tasa en 3,50% en diciembre. Los mercados piensan que 2,75% será suficiente (porque la inflación bajará el morro y la Fed querrá minimizar los riesgos de pasarse de rosca).
La data económica manda, y manda buenas nuevas. Ya se sabía del vigor de las ventas y de los problemas del comercio minorista. Allí -en el consumo privado- es donde aprieta la política monetaria (y donde se siente el mutis por el foro de la política fiscal), y allí se confirmó un andar robusto a pesar del ajuste. El consumo real en abril aumentó 0,7% (sobre el 0,5% de marzo). Si no creciera en mayo y junio, igual trepará 4,1% en el trimestre. El PBI delinea un crecimiento en torno a 3%. La Fed aprieta pero no juega al ahorcado. Con el alza de un punto en las tasas a julio pisará por fin el umbral del rango neutral. Dada la información disponible -la tensión (bien digerida) de las condiciones financieras, la merma de la inflación núcleo, el debilitamiento de los informes regionales, el pesimismo de los CEO y el lastre de los inventarios- se diría que será más sencillo, sin ser fácil, ensayar un aterrizaje suave de la economía real.
Wall Street cortó la racha de siete semanas en rojo con una suba poderosa: 6,6%. Permanece en una zona ambigua, aunque se adentró de nuevo en la plaza de toros. ¿Es un rally de mercado bear? A los osos les sobró todo menos la decisión de rematar a su presa cuando estaba exhausta. La disputa se resolvería en un santiamén si fluyera petróleo. No en vano el G7 insiste ante la OPEP para que abra más sus grifos. Pero no hay combustible ni voluntad (ni de hacer siquiera una falsa promesa). Y así, con la Fed ajustando deprisa un exceso de demanda, y a la par el mundo lidiando con un shock punzante de oferta de energía, se vivirá en la cornisa, pendientes de que nadie cometa un error y de que no se deprima demasiado el ánimo.